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Escritor Argentino

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Notas de Joe Turner

Hemingway y Borges

Nacieron el mismo año que Nabokov, los tres eran chanchos, o jabalí, en el horóscopo chino, como Cézanne, Hitchcock, Al Capone y Humprhey Bogart; aunque María Kodama dijo que Borges siempre aclaraba que él era "jabalí, no chancho". Me lo contó una tarde de marzo de 2016, cuando tomábamos un café en el Havanna de Arenales y Rodíguez Peña y yo, en parte por cortesía, en parte por afinidad de gustos, le dije a la camarera "lo mismo que la señora"; luego, María retomó su historia, contando cómo lo había conocido a Borges, de su relación posterior y el viaje que hicieron juntos y documentado en Atlas. Porque la idea de este encuentro en ese café era afinar su participación en una de las mesas de homenaje a Borges en la futura Feria del Libro, que yo debería coordinar, y Atlas era el eje de la charla que ella tendría con otra entrañable amiga de ambos -Borges y Maria Kodama-, María Adela Renard.

Ni bien llegó la mesera con el café y el jugo de naranja vi que en su pocillo había un cubito de hielo "no puedo tomar bebidas muy calientes", "qué curioso, yo tampoco", "entonces, los dos tenemos lengua de gato", "¿lengua de gato?" Entonces me contó que en Japón les llaman "lengua de gato" a las personas que no pueden tomar bebidas calientes; miró por la ventana, me señaló un perro al que le faltaba una pata delantera y se desplazaba a saltos como un canguro, me contó la historia del accidente, cuando un auto lo atropelló, justo enfrente al Havanna, y escapó, también cómo el perro callejero fue adoptado por un matrimonio de la calle Rodríguez Peña y se transformó en el mimado del barrio.

Creo que no le dije que yo también soy chancho, me siento más chancho que jabalí, quizás porque no amo mucho la vida natural -decir que me da urticaria, juro, no sería una hipérbole-, todo lo que sea paisaje me da un tedio tan grande que solo se me va cuando pienso en un museo de arte o en los desfiles de Mardi Gras o en la puesta del sol sobre el Galata Köprüsü, pero vista desde el Cuerno de Oro.

Lo que sí no le dije es que nací el mismo día que José Hernández, tampoco le hablé de Hemingway ni de Nabokov; su narración, sentados frente a la mesa del Havanna iba tan fluida que -pensaba yo- cualquier acotación la podría sacar de aquellas vivencias, ensoñaciones y molinos de su pensamiento -mejor, the windmils of your mind, como dice la letra de aquella hermosa película The Thomas Crown Affair, en su la primera versión, con Steeve McQueen y Faye Dunaway-. Windmills of her mind que a María Kodama le suavizaban las líneas de su rostro, que recuerdan al maquillaje del teatro Kabuki; entre otros recuerdos afloró el primer cuento de Borges que leyó, "Ruinas circulares", me dijo que era "su" cuento, por aquel comienzo contundente: "Nadie lo vio llegar en la unánime noche". Le contesté que me encantaba y también aquel otro, en realidad la mitad del primer párrafo: "Es verdad que Erik Lönnrot no logró impedir el último crimen, pero es indiscutible que lo previó". De allí saltamos a comentar lo rotundo de algunos arranques narrativos de Borges: "Abulgualid Muhámmad Ibn-Ahmad Ibn-Rushd (un siglo tardaría ese nombre en llegar a Averrores, pasando por...)" o "La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante al sentimentalismo o al miedo..." En ese momento pensé en Hemingway.

No sé si Hemigway leyó a Borges, sí sé que Borges leyó a Hemingway, por lo menos en tres oportunidades. Las dos primeras son mencionadas en una reseña, publicada en la revista "El Hogar", donde Borges pulveriza la novela To Have and Have Not, pero además, en esa nota, aclara que le gustó Adiós a las armas y, también, cita un pasaje de To Have and Have Not que le agradó. La tercera mención, por elipsis, es en el cuento "La espera" publicado en 1950 en "La Nación", una versión de "The Killers" de Hemingway pero ahora, en la versión borgeana, el asesinato del protagonista se concreta.

Hemingway tuvo una vida breve e intensa como Ulises y el Pancho López de la vieja canción homónima de los hermanos Reyes; se suicidó 19 días antes de cumplir los 62 años. Borges murió dos meses y medio antes de cumplir los 87. Tengo para mí que para un cultor de la forma decimonónica del cuento como era Borges, el relato "The Killers", manifiesto literario del cuento de final abierto y de la teoría del iceberg de Hemingway, le produciría la misma urticaria que a mí pasar unas vacaciones mirando un glaciar o un fiordo; de allí su exorcismo literario de 1950. Pero allí no acaban las similitudes.

Hemingway ganó el premio Nobel y a Borges se lo negaron; en el universo de la Academia Sueca brillan con más intensidad las ausencias que los fuegos fatuos de algunos consagrados. Borges tuvo el mismo destino que Lobo Antunes, definitivamente fuera de carrera cuando le dieron el Nobel a su previsible y sabatiano compatriota -hay que leer a Stieg Larsson para adentrarse en los insondables recovecos del alma sueca-. Hemingway se parecía mucho a Pancho López, el de la canción de los hermanos Reyes, "chiquito pero matón", solo que no era chiquito. Borges y Hemingway son los dos hemistiquios de la máxima de Cassius Clay, por aquello de "Float Like a Butterfly, Sting Like a Bee" -a Nabókov le gustaban las mariposas, no sé si le gustaba el boxeo-; uno por la sutileza de sus finales abiertos y su "teoría del iceberg", el otro por sus comienzos contundentes como el jab de derecha de Muhammad Alí, que lo amainó a Foreman en el octavo round en Kinsasa, tres años antes de la muerte de Nabókov.

Borges esperó la barca de Caronte en la Ginebra donde despertó a su universo literario a finales de su adolescencia. Hemingway apoyó la frente en una escopeta de dos cañones que sostenía con su mano izquierda; amartilló la escopeta y empujo los gatillos con su pulgar e índice de la mano derecha. Recuerdo el final de la nota de Vila Matas donde habla del suicidio de Hemingway "El ruido despertó a toda la casa."

Para este fin de Hemingway, prefiero recordar aquel pasaje de To Have and Have Not, que citó Borges en su reseña de 1938. Allí Hemingway habla del uso de armas de fuego, a propósito de suicidio, "...their only drawback the mess they leave for relatives to clean up."